Celebrar como
único un planteamiento o generación, es de por sí deshacer o
entraña el riesgo de deshacer una perspectiva. No obstante, pasar de
un lado a otro a través de algo, algo que aún está por definir, es
en el fondo y en la práctica tanto física y conceptual:
impracticable, pero a la vez los pasos de los artistas que van
surgiendo y confirmándose resultan inaplazables.
El formato, el
limitado espacio expositivo y la descontextualización de la obra de
los diferentes creadores genera a primera vista desazón por la
ausencia de referencias. Hubiesen sido necesarias todas las salas
disponibles de “La Casa Encendida” e incluso de esta manera no se
habría saldado la limitación. Esto me ha hecho buscar en la red más
referencias de los artistas que se nos proponen, tratando de dar un
sentido o coherencia a las obras expuestas y al creador en cuanto
individuo y del mismo modo contemporáneo del resto. En muchos de
ellos he localizado una coincidencia: una extrema sutilidad en los
detalles que pueden estar localizados o no en la cotidianeidad que
puede que falsamente intuya en Julia Spínola o en el punto de
partida de esa cotidianeidad que se puede dar en Santiago Giralda y
Elena Alonso que derivarán más tarde a una abstracción de espacios
no explorados de nosotros mismos que huyen a la razón o hacia una
nueva razón que no se obvia, conformando compartimentos que dan
lugar a nuevas realidades o posibles arquitecturas o fantasías de
nuevo extravagantes. Donde ambos parten del arte figurativo
con la dificultad que eso trae consigo en nuestro tiempo, porque la
nueva figuración no puede sostenerse si desea vivir y adelantarse a
su tiempo en una mera reiteración de lo ya vivido por otros, sino que
ha de franquearla a través de la imaginación hacia reductos más
abisales de la personalidad. Me alegra bastante descubrir
que los dos siguen partiendo del dibujo para recrear el
núcleo duro de su obra aunque resulte transgredida por otros
formatos. Elena Alonso consigue con “La tapadera” su proyecto más
concluyente e ilusionante, aunque sólo es una impresión personal.
En realidad cualquier soporte o la desfragmentación del mismo son
válidos si nos ubican o nos pierden en la zona no, fragmentaria, que
lanza una señal a otras disciplinas: a quien lo quiera o pueda ver:
a la zona opuesta: escuchar el primer sonido en nuestro puño
entreabierto y, muchos de ellos nos abandonan a nuestra suerte en ese
espacio que no es posible reproducir.
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