sábado, 30 de noviembre de 2013

La carne




Dijo todo, todo había quedado dicho

bajo una escrupulosa vigilia de nuevo su ironía

pero todo el sentido de lo que conoce como todo

se encontraba allí despiezado

bajo formas más o menos grotescas

cortes cercanos a una macabra precisión

o a una metódica absorta ausencia

sentada sobre la líquida abstracción

misma podía hacerse una idea

del óbice que se adelanta y mira persiguiendo en el agujero

todo, aquello que estaba en sus manos y en las de los demás

lo repitió era una frase en un cuaderno infantil: todo

lo examinó, lo celó convertida en una idea sin medida

agazapada

ante una pequeña puerta

preparada para un inminente derribo

antes

de terminar con ella

pero quién puede desear el fin a quien nada guardó

todo lo que le fue posible contar

lo hizo desde el momento cero

sin añadir una coma que ajustase un silencio o una pausa

no era posible librar tantas nadas

el silencio se endurece es una lengua de metal

las dudas por insoportables se adhieren son llagas

úlceras hermosas como el espanto de una trasgresión, aunque no es real

deja de serlo

vuelve a su forma primera y reconoces de nuevo tu piel

nada seduce a cambio de nada

el riesgo se toma el tiempo necesario para el riesgo

que lo transfigura todo y todo lo hace

y todo lo dice y desciende a los pies de todo

de aquello que se rompe en el asfalto

revuelta hasta las rodillas

huele a arena

a arena mojada

-es una hermosa caligrafía.-se apunta

-no, pero no lo dice todo

-”es todo”, sigue el pulso de la caligrafía de su deseo de ir simplificando hacia el centro, la ruptura del ruido, la disonancia del silencio contenida, algo que supera mi propio alcance físico.


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